lunes, 28 de febrero de 2011

Esa musiquita...

- En que piensas con los ojos cerrados?
- Esa pregunta...
...
- Escuchas?
- Si.
- Bosques de Groenlandia se llaman.
- Ah...pasame el agua.

[A los 9 años escuchaba The Smiths... ]



domingo, 6 de febrero de 2011

All you need is more...

Mariana, 34 años, joven. De belleza moderada. Ojos negros, sonrisa fluida. Cada vez menos. Mujer, abogada ante todo.  Divorciada.
Matías (Santiago) Varón. El mejor lomo 24x8 p/Solas, parejas, Zna centro. Descripción clasificada.
“Avellaneda” un bar cualquiera del centro. Billares de día, pooles de noche. De esos en los que no hay fiolos, pero si hay putas.

El muchacho se acerca a paso lento, saluda a dos chicas que están en la barra. Hace un guiño al hombre de la caja y se sienta en la mesa.

- Hola.
- Hola linda. Tomas algo?
- No, estoy bien. Gracias. Disculpa, cuanto… Cuanto cobras por hacer el amor?
- Por cojer?
- Si... Por cojer.
- Estas sola?
- Si, vivo a unas cuadras. Tengo auto.
- 150 pesos la hora .

Un sentimiento de vergüenza se apodero de la muchacha los primeros instantes. Para dar paso luego a una sensación infrecuente en su ser, la  de la hembra imponiendo su voluntad por sobre la del hombre.
Salen separados del “Avellaneda”, ella primero, el después.

Cinco cuadras se pueden caminar a pie, en coche, o sobre una nube de incomodidad que se desplaza con la lentitud propia del que preferiría estar en otro lugar.

El departamento parecía un mero soporte para las fotos que se multiplicaba en paredes y estantes. Niños, niñas, viejos, mujeres jóvenes en playas brasileras. Gente, tal vez una familia entera comiendo sobre tablones de maderas interminables.

- Te sirvo algo?
- No, gracias. Si, agua fría si tenés.

La pastilla azul fue un gasto innecesario esa noche, pero uno nunca sabe cuando el destino le va a deparar una sexagenaria desagradable.

El cuarto estaba alfombrado, y al contrario del resto de la casa parecía deshabitado.

- Sacate las zapatillas por favor. Querés que apague la luz?
- Me da lo mismo. El baño?
- La puertita Beige.

Santiago se paró delante del espejo, retocó su peinado, apagó su celular, se sacó su ropa y quedó en unos calzoncillos negros con 3 líneas rojas. Hizo una serie de abdominales y flexiones, para resaltar sus músculos, y se acomodó imperceptiblemente su peinado otra vez.
Mariana lo esperaba sentada al borde de la cama con las piernas cruzadas. Al verlo sonrío y murió de vergüenza. Ella escondía un bello cuerpo debajo de sus ropas. Ostentaba unas caderas, que evidenciaban su maternidad, y un conjunto rojo de estreno.

El velador contiguo a la cama iluminaba con luces y sombras el cuarto.
El muchacho se acerca hasta la cama y empieza a esbozar lo que hubiese sido un baile sensual, si un beso de Mariana no lo hubiese sorprendido. Boca contra boca, todo labios, sin lengua.
Ella lo toma de la mano, y lo invita a recostarse sobre su cuerpo acariciándole la espalda.
El se mueve  y trabaja con dulzura. Se besan. Se tocan. Con precisión se estudian. Concuerdan. Se mecen sincrónicamente. Ella lo mira a los ojos tiernamente, el no dice groserías.

Pasa rápido el tiempo cuando uno se divierte y muy lento cuando se trabajo. Esta vez no habría diferencia.

Ruidos de cama, grititos de placer. Muchos de ella, uno muy largo de el. En ese momento Mariana envuelve el cuerpo del muchacho con sus piernas y sus brazos. Lo cobija. Besa sus hombros, frota su nuca, y espalda. Suspiran al unísono. Se quedan así unos largos segundos.

Sus cuerpos se despegan, el se levanta y va al baño. Recoge sus ropas y enfila hacia la puerta del cuarto.

- Ya te vas?

Santiago se detiene. La mira, sus ojos contradicen el gesto rígido de su rostro.

- Si.

Ella hace una mueca, lo mira. Saca unos billetes de un cajón.

- Te estas olvidando la plata.

Santiago abre la puerta y de espaldas le dice:

- Yo cobro por cojer, no por hacer el amor.

Sale del departamento, baja en el ascensor y llega a la vereda.

Se arregla el peinado y vuelve a prender su celular.